lunes, 12 de marzo de 2018

ARTE Y SOCIEDAD. EL NEOCLASICISMO




























La llegada del neoclasicismo, vinculado a las monarquías del despotismo ilustrado primero y a las formas revolucionarias después, comenzó a producir cambios en las relaciones arte-sociedad que se desarrollarán en el siglo XIX.
Uno de los principales será la aparición de las Academias (ya anteriores, siendo su modelo la de San Lucas romana, pero ahora reformuladas) que serán controladas por el monarca como una forma de forjar el gusto.
Su origen hay que buscarlo en el barroco francés y la actitud centralista e intervencionista del rey Sol que quiso utilizar el arte (como la economía, la política o la religión) como un instrumento de poder fuertemente controlado desde palacio, dictando así el gusto artístico. No es de extrañar que su primer director fuera el propio ministro de finanzas (Colbert, 1648), pasando después a manos de Le Brun
Sobre esta estructura la ilustración fue introduciendo las modas grecorromanas y las Academias fueron poco a poco sustituyendo a los tradicionales talleres. (La de Bellas Artes de San Fernando en España fue creada por Fernando VII en 1753)
En ellas se formaban los artistas (apareciendo las galerías de vaciados clásicos, fundamentales para el estudio) y se organizaban los encargos públicos, especialmente aquellos de tema histórico que sirve como reflexión para el momento presente.



























También son las Academias las que becan a los artistas, especialmente a Italia (para ello se creó la Academia Francesa en Roma, en la Villa Medicis, en donde pasarían temporadas Canova, David o Ingres) que servirá para extender el gusto por la Antigüedad clásica.
Vinculado a la Academia, aparecerá el Salón (anual desde 1737), encargado de exponer públicamente los trabajos de sus miembros a un público cada vez mayor que necesitará de indicaciones (apareciendo la guía de mano).














Todos estos cambios conducirán a la aparición del Museo (Louvre 1781, en plena revolución francesa), heredero de la mentalidad ilustrada en sus aspectos de conservación y exposición al público de los bienes culturales con fines educativos (pues a través de ellos se pretende culturizar al pueblo y romper las cadenas de la ignorancia, permitiendo un crecimiento personal).
En el XIX esta institución se vinculará directamente tanto con el desarrollo del Estado-nación moderno (convirtiéndose en un emblema del país) como en el desarrollo de la historia como disciplina (que los convertirá en formas lineales de desarrollo siguiendo las ideas del positivismo)

Todas estos cambios (que se desarrollarán totalmente a partir del XIX) hará aparecer al público moderno (que va a ver arte, no el que rezaba en una iglesia) y el futuro crítico (Diderot será un adelantado en este sentido).

Se abren así las futuras (y fundamentales) transformaciones del siglo XIX


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