jueves, 16 de abril de 2015

EL MONUMENTO A LA TERCERA INTERNACIONAL. TATLIN


La llegada de la revolución rusa fue un enorme cataclismo histórico y cultural que también influyó directamente en la historia del arte.
Numerosos artistas (desde Kandinsky a los constructivistas, rayonistas rusos....) vieron en ella la ruptura de las cadenas del capitalismo también para el arte.
De esta manera se multiplicaron los grupos y escuelas que pretendían inventar un arte antiburgués y al servicio de la revolución. Un arte vivo y en la vida que no quedara aislado en los museos y sirviera para crear un entorno mejor para la Humanidad (Esta utopía, iniciada en el modernismo, será habitual en múltiples estilos artísticos, desde Kandinsky al movimiento Dada, el neoplasticismo, la Bauhaus...).
Lamentablemente, la efervescencia de los primeros momentos (especialmente en el periodo de la NEP de Lenin) será cortada de raíz por el stalinismo que recurrirá a un arte oficial muy cercano (en su estética) al arte fascista en la arquitectura y al realismo en la pintura.
De esta forma, proyectos como este que comentamos quedó en simple maqueta.
Su creador (Tatlin, escultor y arquitecto constructivista) pretendía crear toda una nueva imagen del nuevo régimen con una torre espiral de más de 400 metros, alzándose en el ángulo del eje terrestre.
En su interior existirían cuatro estructuras de vidrio en forma de cubo, pirámide, cilindro y media esfera que servirían para instalar los principales organismos de gobierno soviéticos.

Cada uno de ellos giraría sobre sí mismas a una distinta velocidad (El cubo completaría su giro en un año, la pirámide en un mes, el cilindro en un día y la media esfera en una hora)
Evidentemente Tatlin no sólo quería realizar una arquitectura, sino un verdadero símbolo que desbancara a la "capitalista" torre Eiffel (cuya inspiración es evidente) y se impusiera en el nuevo Moscú revolucionario.
Como hemos visto, el proyecto tenía una fuerte carga simbólica que asimilaba al gobierno de la URSS como el nuevo orden mundial (girando al mismo tiempo que la tierra y con la misma inclinación de su eje).
Era también la imagen de una nueva transparencia (los muros de cristal) y razón (las formas geométricas puras) en donde el movimiento se introducía ya de una forma plena en el arte contemporáneo (aunque ya Duchamp en sus rotorelieves, Calder con sus móviles u otros constructivistas ya habían ensayado con el movimiento real, el verdadero símbolo del siglo, como ya habían anunciado los futuristas a principio de la centuria y sentenciado Bauman con su sociedad líquida en los albores del nuevo milenio)

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