domingo, 1 de marzo de 2015

LA PLAZA NAVONNA. BERNINI, BORROMINI E INOCENCIO X

Una de las grandes actuaciones barrocas de Roma será la Plaza Navonna.

Su solar corresponde con el antiguo circo romano de Domiciano en donde fuera martirizada Santa Inés, y de aquí su forma alargada y de lados en curva.

Ya bajo Sixto IV fue adecentada, pero la gran reforma la impulsa el Papa Inocencio X que tenía en ella su palacio familiar, convirtiéndola en un lugar polivalente (lo más cercano a nuestra Plaza Mayor o las plazas royales francesas) en donde se celebraron ceremonias religiosas, espectáculos civiles. juegos (existían canchas de tenis populares...)





 El martes de carnaval se representó allí una función que el cavaliere Bernini había inventado y llevado al teatro especialmente para aquella ocasión, con la que logró dejar admirados a los espectadores. El escenario, montado en el gran salón de fiestas, representaba el punto medio entre dos teatros: el real, en el que se encontraban los actores, y otro ficticio, dibujado al lado, en el cual, a través de unas ventanas abiertas, se incluía en la trama la iluminada plaza Navona, de modo que realidad y ficción apenas podían distinguirse.
Las inundaciones que se precipitaban en cascadas desde el escenario parecían tan reales y naturales que el público levantaba inconscientemente los pies para no mojarse; los rayos caían sobre la plaza del mercado, que, con docenas de carros y casetas, se había montado sobre la tarima; aún no se había extinguido el amenazador rugido de los truenos, cuando el cielo empezó a vomitar llamas de fuego y, para mayor sobresalto del público, que estaba aterrorizado, toda la plaza del mercado pareció arder en llamas, pero en cuestión de segundos —y acompañada por exclamaciones de alivio y admiración— resurgió convertida en un precioso jardín iluminado por el sol y animado por el murmullo del agua de una fuente.


La plaza, tan sumamente alargada, fue diseñada en dos direcciones

A lo largo de su eje largo, fueron creadas tres grandes fuentes monumentales. Las dos más extremas, aún manieristas, se deben a Della Porta, mientras que la central (llamada de los Cuatro Ríos) fue diseñada por Bernini. (aunque los cálculos y desarrollo de toda la infraestructura de cañerías subterráneas debió ser ideado por Borromini, según cuenta la leyenda)

Esta fuente, coronada por un nuevo obelisco (ver aquí su función), crea el segundo eje (corto), realizado en el mismo centro de la plaza, con la iglesia de Santa Inés en Agonía (lugar del martirio de la santa) y el palacio Pamphili. Se consigue así centrar un espacio tan alargado, dándole un punto de referencia central.

La Fuente de los Cuatro Ríos organiza en dos fases: una base (al modo de gruta con espacio central vacío que da transparencia a la mirada del eje largo y que influirá directamente en otras obras, como el triunfo de San Miguel en Córdoba), y un obelisco (el del propio circo) que sirve como hito vertical, señalando el centro de la plaza.


En la parte baja, Bernini desarrolla un programa en donde aparecen los cuatro continentes conocidos en el momento, que se representan por sus ríos mayores y su flora y fauna.

Las figuras, colosales, surgen de la piedra sin devastar (una evolución del non finito de Miguel Ángel) y tanto su anatomía como sus posturas serpentinatas son un homenaje al florentino.

 
Entre ellos el agua fluye en numerosas cascadas, dando un movimiento real al figurado de las esculturas (una forma sumamente barroca de imprimir esta cinestesia de la que ya hemos hablado en otras ocasiones y unificar artes), siendo un claro precedente de la futura Fontana de Trevi.
(La idea de obelisco sobre fuente con los Cuatro Ríos fue, en origen, de Borromini, pero las intrigas dentro del círculo papal de Inocencio X le permitieron a Bernini "robarla" y rediseñar la parte escultórica)


Junto a ella se encuentra la Iglesia de San Inés en Agonía, dedicada a la santa que fue allí martirizada. Comenzada por Rainaldi, fue terminada por Borromini que realizó su fachada.
Ésta tiene una forma cóncava en donde la parte central se rehunde, creando dos aletones hacia las torres adelantadas (recogidas del proyecto nunca realizado de la fachada del Vaticano proyectado por Borromini).

La forma ya había sido utilizada por Bernini en San Andrés del Quirinal, aunque ahora la imagen es mucho más potente y plástica.
Con este rehundimiento se crea un nicho que refuerza el citado eje corto a la vez que se resuelve el problema del Vaticano, que con su larga nave no permitía la visualización de la gran cúpula.

De esta manera la cúpula se vuelca hacia la plaza y se realiza un juego, tan típico de Borromini, entre vacío y llenos, zonas que avanzan y retroceden (espacio pulsante).


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