lunes, 29 de septiembre de 2014

EL NEOATICISMO (I). EL ESPINARIO

La conquista de las tierras griegas por parte de Roma dejó bien claro el desfase cultural que existía entre el naciente Imperio Romano y la civilización griega. En palabras de Elvira Barba, un grave complejo de inferioridad cultural entre los romanos ricos, que ocasionó saqueos pero también animó una corriente de gran éxito en el Helenismo tardío, que se oponía al barroquismo de Pérgamo o Rodas, que buscaba (una nueva vez en la historia) retomar la belleza y el ánimo tranquilo del pasado.
Su fuente de inspiración oficial fue la escultura clasicista ateniense del siglo V (el clasicismo), por lo que se ha dado el nombre de neoaticismo a esta escuela.

En ella primaba la tranquilidad y la voluntad de belleza frente a la tensión de Pérgamo o Rodas, imitando modelos anteriores (más de doscientas recreaciones del Diadúmeno de Policleto) o realizando nuevas creaciones.
Sin embargo, no todo resulta tan claro.
Pues, ante todo, el neoaticismo es sobre todo un periodo ecléctico que toma diferentes modelos, como es bien patente en este Espinario que, junto al Hermafrodita dormido o la famosa Venus de Milo, representa lo mejor del estilo.

Aunque su visión precipitada nos devuelva una armonía clásica, si prestamos un poco de atención a los detalles podremos darnos cuenta de que nos encontramos ante un verdadero puzzle.
Por una parte, la cabeza y sus facciones bellas e inexpresivas son muy cercanas a los modelos del siglo V a C., pero no así los bucles del pelo, anormalmente horizontales, más típico del periodo Severo preclásico.

Por otra parte, la postura, con un fuerte escorzo de la pierna avanzada y la ruptura de la visión frontal al cruzar la pierna sobre la figura, están mucho más cerca de las maneras de un posclásico, Lisipo (de la misma manera que su cabeza, demasiado inclinada para poder verse perfectamente)


Por último, el propio tema, su cotidianeidad y anecdotismo, es típico del ate helenístico (como las tanagras), y nunca sería un tema digno para un Fidias o un Policleto

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