martes, 25 de febrero de 2014

EL TRECENTO. DOS CRUCIFICADOS DE CIMABUE CAMINO HACIA EL GIOTTO


El trecento fue un largo camino hacia el Renacimiento (o al menos de eso nos convenció Vasari en sus Vite).
Durante el largo periodo dos escuelas destacaron. La sienesa (Duccio-Simone Martini que culminará en el gótico internacional y las formas más gotizantes del Quattrocento, como Fray Angelico) y la florentina (Cimabue-Giotto-Masaccio).
La segunda de ellas, más interesada en problemas técnicos (perspectiva, volumen, claroscuro) y de expresión dramática (frente a las formas aristocráticas, gibelinas, un tanto amaneradas y corteses de la sienesa)
Si observamos estas tres obras podremos observar cómo evoluciona la tendencia florentina bajo el mismo tema.

En el primero de los crucifijos (Arezzo) de 1270, Cimabue aún se encuentra bajo la influencia bizantina del modelo (superficies esmaltadas, telas marcadas y geométricas) posiblemente bajo modelos de Guinta Pisano.

Sin embargo, ya introduce novedades, especialmente en el interés por humanizar el sentimiento a través del lenguaje corporal. La fuerte curva trazada por el cuerpo que se sale de su espacio tradicional (la cruz) nos habla del dolor de la pasión, de una corporeidad (remarcada por un inicio de claroscuro) que se está acercando a las ideas de San Francisco.

El siguiente crucifijo (Santa Croce), es al menos diez años posterior. Muy dañado por las inundaciones del Arno en los 60, vemos en él un mayor interés por salirse de las formas caligráficas para difuminar los colores y jugar con las luces para acercarse a un mayor naturalismo y volumen. 

El modelo sigue evolucionando (especialmente en el rostro) para humanizar aún más la figura
.

En el tercer ejemplo (Ognisanti), atribuido recientemente a Giotto, el proceso se ha culminado por completo. La divinidad se ha hecho hombre, perdiendo en el proceso su exquisitez, sus alargamientos e idealización para volverse rocoso, volumétrico, profundamente trivial. 

Es un hombre en una cruz, no la pura divinidad, una anatomía que ha dejado atrás las fórmulas tradicionales para concentrarse en lo material (comparar su rostro, el volumen generado por su claroscuro, el estudio anatómico, el juego de sus pliegues…)

De aquí a Masaccio (su famosa Trinidad) ya sólo hay un paso



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