domingo, 1 de septiembre de 2013

SORIA LITERARIA. ENTRE MACHADO Y BÉCQUER

Quien vaya a Soria, como decía Gabinete, se encontrará una ciudad sin tiempo, poblada de románico y lejanas ensoñaciones literarias.


 ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!

     ¡Castilla varonil, adusta tierra,
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
(A las Orillas del Duero)

Al viajero le será difícil desasirse del embrujo mientras ve el río Duero lamiendo sus orillas, con un recuperado bosque de ribera por donde pasearía Machado camino a San Saturio.


                                 Estos chopos del río, que acompañan
                             con el sonido de sus hojas secas
                           el son del agua, cuando el viento sopla,
                            tienen en sus cortezas
                           grabadas iniciales que son nombres
                           de enamorados, cifras que son fechas.


Se encontrará por calles y plazuelas con olmos ya definitivamente secos, como aquel que cantara Machado en una efímera alegría.
.


                      Al olmo viejo, hendido por el rayo 
                       y en su mitad podrido, 
                      con las lluvias de abril y el sol de mayo 
                      algunas hojas verdes le han salido.

                      (Para seguir leyendo...).

Podrá subir al Mirón para encontrarse con la silueta del poeta y Leonor, aquella niña-mujer que murió demasiado pronto.


 Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.



Y una vez allí, frente a nosotros, el famoso Monte de las Ánimas con el que Bécquer a aterrorizado a generaciones enteras.


La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.


El viajero debería descender desde allí para terminar la lectura en el increíble claustro de San Juan de Duero.







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