sábado, 9 de febrero de 2013

IMAGO: La cultura visual y figurativa del Barroco. Fernando de la Flor



De nuevo regresamos  a este catedrático de la Universidad de Salamanca que, pese a serlo de literatura, trabaja interdisciplinarme sobre un tema que le obsesiona: la cultura del barroco.
En este caso, De la Flor investiga acerca del imago o, según sus propias palabras, “la imagen de una representación mental”
Su libro comienza (y acaba) con Don Quijote y sus famosos molinos (la imagen) que él convierte (por locura o por toda una compleja metáfora de su tiempo) en gigantes, el imago.
A partir de aquí, el libro se mueve en los terrenos de la iconología, pretendiendo ir un paso más allá del puro simbolismo para diseccionar cómo se construye la imagen en el mundo barroco que, junto al realismo más extremo, reniega a la vez de la imagen real como simple apariencia de un mundo caduco, pura apariencia.
Oscilando en esta contradicción el autor nos hace un repaso del mundo jesuita (y sus famosas gafas rayadas que impiden ver con nitidez para poder concentrarse en lo interior), el mundo del rey y el poder, lo sobrenatural, lo demoniaco… Todo desde un punto de vista (que en ningún momento desmiente el autor) de la visión posrtestructuralista de Foucault.
                                                    
                                                               
Especialmente interesante me ha resultado su estudio sobre las divisas, toda una forma de “teatro de sí mismo” que practican los letrados del momento. Según el autor corresponde a una manera de ver contraria a la científica, que busca las correspondencias misteriosas, la lectura moral del mundo natural, una fórmula que es preciso leer o descifrar. Conocimiento de analogías, ingenio, metáforas literarias o de la propia imagen… Una forma de entender el mundo a la contra de la ciencia y el empirismo que se corresponde, como recalca el autor, con la de una España caduca que está perdiendo cada vez el ritmo de la Historia frente al norte.
Una interesante reflexión que incide, una vez más, en su idea de barroco y decadencia de la que ya hablamos en otra ocasión.



1 comentario:

  1. ¡Ay! Reconozco que no puedo con la imaginería barroca de la escuela castellana. ¡Esos rostros lúgubres, esas bocas gimientes, las miradas extraviadas...! Siempre imagino algo perverso en ellos, una oscura corriente que se desliza bajo su piel, algún tipo de masoquismo. No son sufrientes, son el modelado de mentes extasiadas, quizás agónicamente retorcidas jeje
    Saludos!

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