sábado, 16 de febrero de 2013

EL LIBRO DEL SÁBADO. Decidnos, ¿quién mató al conde? Néstor Luján



Quince años he esperado para poder esta novela histórica sobre la muerte del Conde deVillamediana; quince años que han merecido la pena.
Durante un cierto tiempo, mientras preparaba toda la documentación histórica para escribir El Señor del Biombo, una y otra vez me encontré con su referencia pero ni en librerías de novedades ni de viejo pude dar con él.
La cosa llegó a ser casi una obsesión, pues Villamediana era, junto a Juan, el personaje fundamental de mi trama. Y su muerte el nudo que articulaba toda la acción.
Pero ya digo, fue imposible, y tuve que ir conociendo a Villamediana (y a fascinarme por el personaje) a través de otras fuentes que, como penitencia, me remitían una y otra vez al libro de Néstor Luján.
Hoy por fin he podido cumplir este pequeño sueño y leer, casi del tirón, la novela.

                                                                        
Quizás algunos no conozcan a Nestor Luján, acaso ahora injustamente olvidado pero una figuras sobresalientes de nuestra cultura, especialmente a lo que se refiere a la gastronomía y su historia.
De pluma ágil (y con un enorme conocimiento de las fuentes) su novela no lo es propiamente. Con un escaso cañamazo narrativo (el de un curioso acompañante del embajador alemán), la obra es más un juego de espejos en donde se reflejan las mil caras que tuvo el conde.
Nos encontramos así capítulos que se engarzan más por el tiempo su figura que por una narración lineal que nos permiten zambullirnos como pocas veces he visto en el Madrid del siglo de Oro. Si entráis en sus páginas el tour al que os someterá será digno de un viaje cultural: los aposentos de Palacio, las casas de Lope, los corrales de comedia, los prostíbulos y garitos de juego, la Casa de Campo, los estrados de damas de familias principales, las gradas de San Felipe, los salones de esgrima de Pacheco, las peligrosas noches, los lugares de poder de París o Londres…
Y si estos son los lugares, los personajes son todo un fresco de la época. Sin intentar agotar el amplísimo catálogo en la obra os encontraréis, perfectamente caracterizados al Conde Duque y su tío, a Felipe IV y su primera mujer, Isabel de Borbón, a Pacheco esgrimista, al Consejo de Castilla en plena reunión, a la familia Tábora, a Richelieu o a Jacobo I, a Quevedo, Lope, Tirso de Molina, Vélez de Guevara sin su demonio cojuelo, Góngora, Vicente Espinel, a los cómicos Juan Rana y Josefa Vaca…
Y en medio de este remolino de lugares y personajes las múltiples muertes del conde de Villamediana que, como decíamos, se nos muestra en múltiples perspectivas. Su donaire como caballista, su afición al juego, los toros y al teatro, sus supuestos amorescon la reina, sus versos satíricos, su casi probada bisexualidad, sus riquezas y galanteos, sus exilios, sus amistades y enemistades literarias, sus bravuconadas y sus nostalgias… 
Mil anécdotas con la que el autor nos cuenta que, aunque muy probablemente muerto por orden del Conde-duque tal y como traslucía Góngora en los famosos versos que dan título a la obra, enemigos no le faltaban y muchos querían su desaparición, pues su personalidad arrolladora no podía pasar sin dejar huella para bien o para mal.

                                           Mentidero de Madrid 
                                     decidme, ¿quién mató al conde? 
                                     Ni se sabe, ni se esconde. 
                                      Sin discurso, discurrid: 
                                         dicen que le mató el Cid, 
                                        pues era el conde Lozano, 
                                          disparate chabacano. 
                                       La verdad del caso ha sido 
                                      que el matador fue Bellido 
                                       y el impulso soberano». 

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