domingo, 12 de agosto de 2012

TEXTOS PARA COMPRENDER BIZANCIO. EL PODER AÚLICO


Sobre el protocolo en Santa Sofía
Los fieles, reunidos en su mayoría en naves laterales y tribunas, veían sólo fragmentos del edificio (...) y la celebración de los cultos solo se les revelaba en partes (...)
La procesión de la entrada menor en el que el obispo era acompañado hasta el Altar. En el reinado de Justiniano, una segunda procesión se convirtió en uno de los principales elementos de la misa de Constantinopla. Se trata de la Entrada Mayor, en la que las especies de la Eucaristía se llevaban desde la prótesis hasta el altar, acompañadas por la clerecía, que salía del presbiterio, pasaba por la nave central y volvía a retirarse al presbiterio. En Santa Sofía, tanto la entrada mayor como la menor y toda la celebración de la misa se entremezclaban con la aparición del Emperador y su corte. La nave central, pues, era el escenario en la que la procesión se movía en solemne recorrido desde la puerta real a la solea, y por la solea hasta la bema (...) Durante gran parte de la Misa el Clero permanecía dentro del presbiterio. En determinados momentos de la celebración de la liturgia, sin embargo, los clérigos y el patriarca volvían a entrar en la nave central, con el emperador y su corte. (...) El patriarca salía del santuario para reunirse con el emperador e intercambiarse el Beso de la Paz (...) Saliendo una última vez para administrar la comunición al emperador. Para los fieles, todas estas apariciones del clero y el emperador no eran sino fragmentos de una celebración que en conjunto les resultaba incomprensible. En el Bizancio del siglo VI, pues, el ceremonial se dividía en dos partes: una oculta para los ojos profanos, que tenía lugar en el interior del presbiterio - en el lenguaje de la iglesia griega, El Gran Misterio -; la otra, pública y pensada para ser contemplada por todos, se representaba en la nave central en donde el clero y el emperador para interpretar sus distintos papeles (...)
El pueblo lano, en las naves laterales y en las tribunas, permanecía escondido en la sombra. Solo desde lejos se le permitía contemplar la luz, los colores, la gloria.
Krautheimer, R. Arquitectura paleocristiana y bizantina. Cátedra 1996 (1981 en la última revisión original)


El arte bizantino era sobre todo expresión de la liturgia divina e imperial, concebida como un drama sacro. El drama era representado ante el altar de Dios, ante el trono del emperador, ante la kathisma en el Hipódromo, a veces en las calles; todo contribuía a la representación, desde los cánticos de las facciones y los gestos de los Augustos hasta los cencelleantes iconos de Cristo y los santos. La liturgia tenía un fondo digno y unos accesorios dignos (...) Había entusiasmo por las cosas táctiles: por los mármoles raros y las piedras preciosas, por e oro y el esmalte, por el marfil y la seda.(..)
El arte bizantino estaba destinado a una experiencia estética. Los Augustos, la corte, las procesiones imperiales y patriarcales, los himnos y los cánticos, las grandes diademas y las vestiduras, los brillantes cosméticos y las densas esencias, la multiplicidad de razas, los grandes dromones lanzando fuego griego (...), os eunucos...
Beckwith, J. ARTE PALEOCRISTIANO Y BIZANTINO, Cátedra, 1997


La consideración del emperador. Sobre el cesaropapismo
Desde los tiempos de Constantino se le había considerado uno igual a los apóstoles (...). En el siglo X interpretaba el papel de Cristo en las ocasiones solemnes, partiendo y bendiciendo el pan y llevándose a los labios la copa tras las cenas oficiales (...) El emperador y el patriarca eran "las dos mitades de Dios". Y si el patriarca reflejaba los aspectos religiosos de la divinidad, el emperador reflejaba los aspectos seculares: poder y justicia.
Krautheimer, R. Arquitectura paleocristiana y bizantina. Cátedra 1996 (1981 en la última revisión original)

Sobre los autómatas y el poder como asombro
“En la parte anterior del trono del emperador había un árbol de bronce dorado cuyas ramas estaban llenas de pájaros de la misma materia, de diversas variedades que, según su especie, emitían voces diferentes. El trono del emperador (…) era enorme; no sé de bronce o de madera. Dos leones dorados similaban custodiarlo (…). A mi llegada los leones rugieron y los pájaros cantaron según correspondía a sus distintas especies, pero no sentí ningún temor ni ninguna maravilla, porque había sido informado de todo cuanto allí había. Tres veces cumplí el acto de adoración inclinándome al emperador; después alcé la cabeza y, en un momento, vi sentado junto al techo de la sala y vestido con otros trajes al hombre que acababa de ver en el trono apenas elevado sobre el suelo. Del modo que esto ocurrió apenas he logrado comprenderlo”.
Liutprando de Cremona, 948.

Había un puerta de doscientos pies de altura, enteramente cubierta de bronce. En el Palacio Imperial hay una figura humana de oro que da las horas tocando las campanas. Los edificios están decorados con vidrio y cristal, oro, marfil y maderas preciosas. En el calor de verano, unas máquinas que funcionan con energía hidraúlica elevan hasta el tejado agua que sirve para refrescar el aire cayendo en chaparrón delante de las ventanas
Embajador chino

Sobre el protocolo palaciego
El embajador o el magnate que llegaba de Occidente atravesaba lleno de asombro aquellas salas donde resplandecían los mosaicos, pisando los tapices de colores de Oriente o las alfombras de rosas deshojadas, entre las filas de gigantes escandinavos que formaban la guardia del emperador. Cuando, por fin, después de haber recorrido infinidad de aposentos, llegaba al gran salón de la Magnaura o al del Crisotriclinio, que eran los más vastos y donde se acostumbraban celebrar las recepciones, su ánimo estaba ya sobrecogido por los sonidos del órgano y las voces de los cantores, escondidos por las galerías, que entonaban antífonas apropiadas al acto. 

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