domingo, 5 de febrero de 2012

EL CENTRO NIEMEYER. AVILÉS


























Debo reconocer que en un primer momento no me sentía muy atraído para visitarlo, y ni siquiera las magníficas fotos que puso JV en su blog  me llegaron a convencer. 
Pero este otoño tuve la suerte de visitarlo con unos grandes amigos y comprendí el origen de mi error. Niemeyer, más que un arquitecto, es un gran urbanista (como ya había demostrado en su celebérrima Brasilia), y necesita que su obra se entienda desde el paseo, el movimiento, que nos permite comprender las sutilezas de sus formas geométricas que se confrontan con el espacio y el paseante.
Por ello, más que un análisis de los edificios, os propongo un paseo visual que os permita haceros una pequeña idea de sus valores.




El primer problema a resolver era de conexión entre el Centro y la ciudad a través de la ría. Para ello, Niemeyer recurrió a un puente panorámico que permite el acceso pero también un primer acercamiento visual del visitante por medio de un potente ángulo agudo que nos sobrevuela sobre la ría para reconducirse de nuevo a una entrada más tradicional



 Una vez en la gran explanada (una plaza como lugar de encuentro) encontramos tres grandes ámbitos, todos ellos generados por formas esenciales derivadas de la esfera, el cono y sus posibilidades matemáticas.
Un museo de exposiciones temporales y un mirador-restaurante que se nos desvela o se oculta según recorramos el perímetro circular del primero








Al girar completamente este pabellón entramos en una plaza más cerrada visualmente con el pabellón polivalente y el gran auditorio con una de las escasas zonas de color en este conjunto blanco.










Y, para cerrar el círculo, este auditorium termina por unirse con una exquisita pasarela al mirador central








Pero además el Centro tiene una segunda (y cada vez más compleja) lectura.
Como ya decía JV, la apuesta era clara: reconvertir un espacio de uso industrial (contaminante y en clara recesión en la economía terciarizada actual) en otro de ocio que permitiera nuevos espacios para los ciudadanos y reconvirtiera la imagen de la ciudad, siendo así un atractivo turístico que la pusiera en el mapa.
Este ya famoso efecto Gugenheim que Gehry consiguiera para Bilbao se enfrenta, sin embargo, con varios retos.
El primero de ellos es puramente formal. Como hemos visto, el Centro es más un paseo arquitectónico que un monumento, lo cual mejora la calidad de vida de los ciudadanos de Avilés pero no mejora sustancialmente la imaginabilidad de la ciudad.
Para que ésta se produzca se necesita imágenes pregnantes que se cuelen en el imaginario colectivo. En ese capítulo Gehry o Calatrava (Ciudad de las Artes) son verdaderos especialistas, pues su deconstrucción de líneas curvas y sinuosas, inestabilidades, novedoso tratamiento de los materiales o dobles imágenes (muy emparentadas con el mundo de Gaudí, como ya vimos hace un tiempo) las hacen muy atractivas para el público global, que se siente atraído por ellas por su novedad y extravagancia. También estos dos arquitectos (a los que podríamos añadir a Foster o Rogers) son arquitectos estrellas cuyo simple nombre es marchamo de arquitectura espectacular.
Con todo ello se consigue entrar en los medios de comunicación y, lo que es más importante, en el imaginario colectivo de las fotos de Google o los folletos turísticos.
Pero Niemeyer es un arquitecto para minorías (por su escasa espectacularidad y por el apelar a una visión sosegada que es imposible en el bombardeo mediático) que no ha incluido imágenes potentes en la unidad (basta con ver cómo se publicita con su torre helicoidal que, como concepto, a muchos madrileños nos recordaría imágenes ya añejas del parque de atracciones).





Por otra parte nos queda por reconsiderar la viabilidad del proyecto desde el plano financiero. 
En esta cuestión el Centro Niemeyer se incluye dentro de esta categoría de espacios museísticos sin colección propia (como el caso del MUSAC de León, el Museo de Arte Contemporáneo de Burgos, el Patio Herreriano de Valladolid, el Centro de Arte Contemporáneo Andaluz en la Cartuja de Sevilla o el MACBA barcelonés) que depende exclusivamente de una programación constante de exposiciones que cuesta muchísimo mantener si no se pertenece a una gran corporación (como la Guggenheim), recayendo el peso en unos ayuntamientos que están decididamente tocados por la crisis económica y la explosión de la burbuja inmobiliaria.





¿Cómo conservar una actividad constante y atractiva al público de masas (lo cual reduce mucho el tipo de arte que puede mostrarse) con estos impedimentos? La idea repetida de nuevos espacios de arte, considerada hasta ahora como una maravilla, está siendo sometida a fuerte presión que hará que muchos de estos lugares desaparezcan o se infrautilicen, como la reciente polémica sobre la gestión del Centro está poniendo a las claras.




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